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¿Qué pensarías si te dijeran que estamos viviendo actualmente otra revolución industrial en la que ya no es el vapor sino la World Wide Web la que se está encargando de revolucionar la industria, el comercio, la política, la economía y la sociedad en general?, esta pregunta sonaría a una premisa utópica si nos a hicieran hace unos 20 años, pero actualmente es la realidad que estamos viviendo y en la que nos encontramos sumergidos sin vuelta atrás. Podrías llamarla revolución silenciosa o simplemente un cambio generacional que ha afectado a la comunidad entera y que nos ha llevado hasta el punto de vender nuestra alma a cualquier postor, con la condición de tener nuestro espacio en esta, bien o mal, llamada revolución.

Una condición normal del ser humano es vivir en grupos, compartir constantemente experiencias, sentimientos, deseos, o simples frases cotidianas que nos hacen seres activos dentro de una comunidad, pero hoy en día no son procesos que se hacen cara a cara, como quizás lo hacían nuestros abuelos, sino que se han convertidos en procesos mercantiles, en los que el producto que se compra y se vende es el individuo, y sus pensamientos y deseos son seguidos y comercializados en busca de rentabilidad y provecho económico.

Pero como todo ser humano nos dejamos deslumbrar por la palabra GRATIS, que se ha convertido en una ilusión porque ahora vivimos en un mundo de publicidad en donde vemos y oímos lo que los empresarios y dueños de las espacios de la red quieren que veamos y escuchemos, es una publicidad perfectamente dirigida que nunca es emitida al azar, pero que recibimos sin darnos cuenta del trasfondo que encierra esta situación.
Esto se vive en cada país de los seis continentes del globo terráqueo y en la gran mayoría de los hogares que hay en el mundo entero, pero hablemos de un caso específico: Colombia. En este país, como en muchos otros, se ha vivido miles de situaciones generadas en la red, no solo positivas sino también negativas, la prostitución, la drogadicción, los robos, las violaciones, el terrorismo, los asesinatos, etc., han encontrado en esta herramienta un método fácil y gratuito para lograr sus objetivos.

Pero no solo sirve para apoyar la maldad, esta red también ha sido la gestora de grandes negocios y del desarrollo de pequeñas y medianas empresas que han sabido evolucionar a la par de la red para darle nuevos horizontes a su situación económica.

Hoy por hoy, la red se ha encargado de darle poder a quienes no lo tenían, pero el uso que le dan a ese poder no depende del individuo que emite los mensajes que se leen al otro lado de la pantalla, sino de las personas que los leen y hacen uso de ellos, depende de la responsabilidad con la que se utiliza la red y se entra a los sitios “privados” o públicos, de la información que allí publique y de la capacidad de detectar el peligro que puede representar un mensaje, una imagen o un audio.

La creación de comunidades en internet también ha sido una herramienta que ha facilitado la interacción interpersonal sin importar la distancia, el Facebook, Twitter, Flicker, Youtube, entre otras, han sido medios de encuentro entre amigos, conocidos y desconocidos, siendo estos últimos el mayor peligro para quienes no conocen las consecuencias de brindar información indiscriminadamente y acceder a situaciones peligrosas con personas sospechosas.
Es claro que el manejo de la internet y todas las herramientas que esta ofrece al mundo entero, no dependen de las mentes creadores, ni de si ellas son o no mal intencionadas, depende de los usuarios constantes de la red, de que estos no se dejen deslumbrar por lo que aparentemente es gratis e inofensivo, de la capacidad de discernimiento que tengamos a la hora de utilizar este o aquel espacio “privado”, de no dejar que nuestro deseo de libertad y de libre expresión raye con la inocencia y la ingenuidad, de la rapidez de reacción frente a situaciones desconocidas, de saber diferenciar entre lo que yo quiero y lo que la red quiere que yo quiera.

Debemos ser, ante todo, responsables, para no tener que echarle la culpa al desconocido que está detrás de mi pantalla sino a nuestra estupidez y el uso indiscriminado de lo que aún no conozco.

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